sábado, 11 de mayo de 2013

El salón Tollota de Barranquilla.

El  Salón Tollota en Barranquilla.


El 25 de abril de 2013, 8 estudiantes de la clase de Diálogos Críticos en Universidad de los Andes viajaron a Barranquilla y visitaron la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico para reunirse con algunos de sus estudiantes, curar y montar una exposición en dos días: El Salón Tollota de Barranquilla, compuesto por trabajos de personas de los Andes y de la U. Del Atlántico.

El Tollota de Bogotá se auto-proclama un espacio para que los universitarios “estrellen sus primeros proyectos”. Si realmente es así, este proyecto de curaduría fue hecho para estrellarnos entre nosotros. En palabras de Andrés Matute (el profesor de Diálogos Críticos), lo que hicimos fue como “recibir visita un domingo con el apartamento todo despelotado”.  Y entonces, abrimos la casa patas arriba. Falta aclarar que la comparación con el desorden de domingo no pretende evocar una imagen que desacredite las obras, sino al contrario. Las cosas que se desordenan son las que más se usan dentro del espacio doméstico (y por eso podrían llegar a ser las más importantes).

La llevada a cabo del proyecto de curaduría surgió un poco de la misma manera: del azar y de la simple necesidad de viajar y de experimentar cosas fuera de clase. Mucho después supimos qué era lo que íbamos a hacer. Por eso fue un proyecto que tenía como fin sí mismo: se  hizo para empezar a conocer esos detalles del hacer que en un manual de clase se verían ridículos (“Manual práctico de cómo trabajar con gomelos/costeños”?). Detalles de los cuales nadie se entera si no los vive.

Mientras planeábamos el proyecto en reuniones improvisadas o por Facebook, pensamos en hacer una curaduría muy estructurada, con ejes temáticos, y excluyentes. Algo así bien elegante como: El cuerpo y el individuo, el desvanecimiento del cuerpo y la objetivización política del sujeto. Pero no, no: se decidió hacer todo lo contrario. Esta exposición muestra lo que nos llegó y nada más. Dentro de la medida de lo posible incluimos todo lo que pudimos.

Por otro lado, la exposición, fuera de quitar filtros también creó como eje responder o reaccionar al artículo que publicó el director del departamento de arte de los Andes[1] sobre el Salón Tollota del semestre pasado. En su artículo, el director afirmaba dos cosas importantes entre muchas otras: “Lo más visible era la paridad entre todas las obras de los estudiantes  y “Tal vez […] lo que necesita un programa de arte [es] menos cla­ses, más experiencias, menos universidad, más vida universitaria.” Esta exposición pretende en parte resolver la inquietud sobre la “paridad” de las obras: ¿Toda la producción artística es igual en todas las universidades incluso si se compara un contexto de educación pública fuera de la capital con uno privado en Bogotá? En cuanto a las experiencias, este proyecto fue la puesta en práctica de la teoría del director: ¿funciona?

 Finalmente, cuando se pretendió hacer una curaduría según temas específicos, identificamos varios: El cuerpo, la política, la cultura, la sexualidad. Esta exposición también es una invitación a pensar sobre cómo gente de contextos distintos al de la capital trata estos diferentes temas. ¿Los trata de una manera diferente? ¿Hay algunos que omiten?

Inés Arango G.


Gracias a: Gustavo Carrillo, Steefany González, Dylan Altamiranda, Adalberto Calvo, Cinthya Escorcia, Roberto Barraza, Paola Jinete, Tomás Orozco, Cinthya Espitia, Nicolás Barrera Martínez, Daniel Senior, Paula Garrido Rubiano, Paula Gil, Juan Felipe Alméciga, Inés Arango Guingue, Jorge Luis Barragán, Vanessa Rojas, Andrés Matute y Fernando García.


[1] Lucas Ospina “Salón Tollota: Arte En La Universidad Escuelera
http://esferapublica.org/nfblog/?p=49206.

domingo, 5 de mayo de 2013

Singing in the rain.


LA MUJER MUDA.

    Lo que gire alrededor de la mujer en la película se vuelve eso : un giro. La mujer genera los cambios : la mala voz de Lina se cambia gracias a Kathy, esta última salva a Don de los fans y desencadena la historia. La presencia femenina en esta película es de ante todo móvil.

   Lina Lamont es la mujer perfecta en las películas mudas porque no se oye su voz chillona con acento de campesina sureña. Por otro lado, Kathy, de la que se podría pensar que es la gran mujer en potencia, tampoco logra ser totalmente perfecta, sólo su voz.
   La femme fatale del musical de Broadway protagonizado por Don Lockwood es la única seductora que aparece en la película. Tiene gracia, misterio, porte, un novio millonario y hasta las piernas flexibles. Es la obsesión del novato interpretado por Lockwood. Sin embargo esta mujer nunca habló, nunca pudo expresarse más que bailando y meneando las piernas; se va con un anzuelo de diamantes. De todas maneras algo produce su silencio, y es que la hace ver como una especie de mujer robot, una imagen que contrasta con la estética general de la película. Me hace pensar en las muñecas de Hans Bellmer.
    
  
    Esta imagen sólo sirve para enfatizar el hecho de que la mujer en esta película está “desconstruida” y vuelta a pegar.  Si antes digo que la mujer es móvil, es porque su imagen está hecha alrededor de la reestructuración. La mujer que aparece en pantalla es producto de dos; la femme fatale es producto de una omisión. Esta idea está incluso explícita cuando Kathy dice que prefiere cuando Lina dice “Yes, yes, yes” con la voz ronca de su compañero de escena.
    Sé que este es un tema secundario en el desarrollo de la trama, que trata esencialmente del mundo del espectáculo, de la penetración de la ficción en la vida real. Sin embargo hablar de la mujer puede tener algo que ver con el tema general, pues la película se extiende bastante en la génesis de la imagen. La declaración de amor, por ejemplo sólo se puede hacer cuando hay un conjunto apropiado. Y en la película se hace de a fragmentos: luces, niebla, fondo. De esta misma manera se crea (y vemos el proceso de creación) a la mujer perfecta.

Inés Arango.

    
   
 
     

La ciénaga de Lucrecia Martel


La ciénaga no está en la ciénaga.



       La ciénaga de Lucrecia Martel empieza con un temblor. Algo tiembla y no son sólo las manos de Mecha, la matriarca borracha e impotente, una de las dos protagonistas. En el salón donde vi la película, hasta los vidrios temblaron. El paisaje empieza siendo apocalíptico: viejos borrachos se asolean con nubes grises, pegajosas y montañas que explotan. ¿Serán balas o serán truenos? Una caída abre y cierra la película: la de Mecha al principio y la de Luciano (sólo un niño) al final.                     
      No sólo se caen ellos, sino que se cae su integridad familiar, que pretenden  mantener definiéndose por encima de Isabel y otros “indios”. La sangre, la muerte, la vejez, la descomposición y la violencia parecen sólo crear un sentimiento de incomodidad, que se podría reducir o definir muy bien por el chirrido de las sillas de metal contra el asfalto o con las voces destempladas de las niñas de Tali, el otro personaje femenino principal.  Con todo lo que enumeré, lo único que pienso es en disturbing y en las fotos de mujeres de Cindy Sherman que me acuerdan del escote pronunciado y lleno de cicatrices de Mecha.
      Quisiera escribir algo sobre La Ciénaga que resuene, que retumbe tanto como retumbaba la primera escena (por lo menos en el salón en el que la vimos.) Pero como resuena el sonido, resuena la obra y me acuerda inevitablemente a Cien años de Soledad. Hay una historia familiar, un paisaje desconocido incluso a veces opresor, un coqueteo con el incesto entre Verónica y José; finalmente la obra parece concluir con la muerte del más joven de los miembros de la familia. Sin embargo falta el realismo mágico, falta el gusto por el sitio y falta la fuerza matronal de alguna Úrsula. Esta referencia para mí solo sirve entonces para acentuar el sentimiento de que en la película algo está fuera de lugar, de que esos elementos fueron evocados conscientemente y después puestos en desfase. Los papeles están invertidos, los viejos se emborrachan y los niños se limpian solos sus heridas. Tratan de ser burgueses no siendo indios, pero no siendo realmente. La ciénaga entonces, no está en la ciénaga, es un espacio imaginado y ficticio donde todos caminan hacia su destino sin poder evitarlo.






  

LA ABMIRACIÓN. Dialoguito cítrico.


Abmiración.


Aristóteles: La naturaleza aborrece al vacío. Horror vacui everywhere.

Pascal:¿Y lo aborrece más en París que en Chamonix?
      
Aristóteles: Cuando el artista del hambre fue despojado de su jaula y cambiado por una pantera en el cuento Un artista del Hambre (Ein Hungerkünstler) de Franz Kafka, “incluso para la sensibilidad más embotada fue un alivio ver a aquella fiera revolcarse y dar vueltas en una jaula tanto tiempo vacía.”

Pascal: Esa admiración por “aquel cuerpo noble provisto de todo lo necesario hasta casi reventar” está inscrita en un tiempo preciso; es pasajera pues antes admiraban el vacío del estómago del artista del hambre. Es pura moda; y el artista le tiene horror a la indigestión.

Aristóteles: Sienten igual horror por la libertad de la pantera, tanto que la tienen que contener en una jaula.

Pascal: Eso prueba que su admiración tiene que hacerse de lejos. Debería llamarse abmiración*.

Aristóteles: Hay que sacar las cosas de su contexto para poder abmirarlas.

Pascal: No, creo que tienen miedo del otro. Por eso sienten que tienen que contener esa realidad extraña en un espacio controlable. Y muchos no van al museo…no más de cuarenta días seguidos.



* El prefijo ab- sugiere separación, ausencia; como en la palabra absence (ausencia en francés). Por el contrario el prefijo ad- sugiere aproximación, presencia.


    
    

Romper el cuarto muro: Tania Bruguera y ¿el arte de "conducta"?

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                                                          Romper el cuarto muro.

      Lo que gira y giró en torno al performance de Tania Bruguera Sin título (Bogotá 2009), es mucho. Por eso parece poco pertinente intentar dar una opinión nueva. Podría dar una opinión sobre el conjunto del debate, el paratexto por así decirlo, y apoyar la idea de Bruguera según la cual el comentario, la reacción etc…harían parte de la obra misma, haciendo así posible comentar sobre el comentario como comentaría sobre la obra. Que valga la redundancia y la repetición de la palabra “comentario”, pues por más de que me parezca una idea interesante, esta completa ruptura del cuarto muro de la representación parece acabar con la plástica y la estética. Desemboca entonces en unas muñecas rusas infinitas que con cada capa van perdiendo sus colores, sus formas y su belleza.
  
      Explico mejor con palabras de Tania : “No creo que para hacer una obra el conocimiento intelectual pueda sustituir al entendimiento emocional acumulado.” Con esto pretende defender la supuesta superficialidad de su análisis político. Está entonces hablando de iconografía política, de clichés estéticos, lo que ella llama “paisaje político”. En el caso de Colombia, de un paisaje muy tropical, tal vez algunas montañas con un manchón de sangre ennegrecida por la descomposición. Ahí está, fácil.
      Pero si estamos entonces hablando de esa generalización del imaginario colectivo del mundo internacional, ¿porqué no hacerla más contundente visualmente? En lo estético la obra no tiene ninguna relevancia; y eso no es ningún argumento válido para juzgar el arte hoy en día. No obstante, no cuidando este aspecto de su obra, pasa lo de las muñecas rusas y la obra pierde todo tipo de integridad y por consecuente existe en todos lados pero en realidad en ninguno. 

Inés Arango Guingue

Nicolás Gómez Echeverri en Diálogos Críticos


Reacción frente a la charla De la reserva al público por Nicolás Gómez.
   
    La idea general que Nicolás da en defensa de su causa frente al debate de la sala modernidades del museo nacional es  la ruptura generacional. Una ruptura generacional entre las diferentes concepciones de lo que debería ser el museo.
En realidad Nicolás lo que hace es pretender que el lado opuesto tiene un ideal elitista, tirado para arriba, de alta cultura. Beatriz González defiende la investigación, la acumulación de información a través del tiempo, privilegia el contenido antes de la forma, pero sacrificando (en cierta medida) la comunicación. El debate parece entonces abrirse sobre un tema agobiantemente general: ¿Cuál es el rol del arte? La respuesta a esta pregunta desde cada lado es la guía general del debate: Tiene un propósito educativo, didáctico y por consecuente de entretenimiento? O tiene un papel de memoria? (que parece unirse indirectamente con lo formal, lo más académico)
      No puedo ni pretendo responder a todas las preguntas que me surgen a partir de la charla, sino más bien centrarme en una de ellas: el problema de la comunicación en la curaduría. ¿Por qué? Porque me parece abrumador que lo temático guíe todo hasta el punto en que las categorías parecen completamente artificiales.  Pongo el ejemplo de La Tertulia: qué tiene que ver el museo con las diferentes categorías cuerpo, máquina, paisaje?  Siempre creí que había otra forma de hacer curaduría, narrando una historia a través del sentimiento, de la forma y del contenido. El trabajo de Nicolás sólo me genera un tipo de desesperanza: ¿esto es lo que enseñan a hacer en los masters de curaduría ingleses? Y peor aún ¿Acaso no hay otra forma de comunicar que siendo tan estúpidamente obvio?

Para cerrar expreso mi opinión personal (con el riesgo de que este texto quede demasiado marcado por la primera persona): si el museo es solo para un público que se quiere entretener, entonces ¿la gente especializada a dónde va? Por otro lado, toda esa investigación (la de Beatriz González) no da frutos si no se comunica. El punto del museo también es tener una fuente de información inmediata, que se relaciona táctilmente con los objetos, ver las cosas en directo.  Los dos lados pueden pelear todo lo que quieran, pero ninguno de los dos es lo suficientemente comunicativo como para llamarse victorioso. Finalmente sólo pretendo expresar el malestar que me producen los museos llenísimos de gente donde no se puede ni respirar (MOMA, MET) y los museos absurdamente grandes que se dan el lujo de cerrar salas de exposición enteras porque nadie las visita (Louvre). Este debate entre popularidad y hermetismo no es sólo propio de Colombia sino también de todos los museos en todo el mundo.


Inés Arango Guingue.


 

    

Crítica/ Reacción frente a la charla de José Aramburo en Diáogos Críticos.


POPÓ DE PARÍS


José Aramburo, mientras estaba reorganizando mi cuarto en pos de seguir aplazando mi trabajo académico, me dio una excusa para seguir en mi leisure.
Pude desatar a partir de su “charla” todas unas ideas que tenía amarradas (pero no tanto) sobre lo alcahueta que se vuelve el ejercicio académico uniandino- no sólo en arte, sino en general-.
            La cosa va más allá de pensar en lo clasista que resulta el “Monito[1], qué pena[2], ¿le recojo[3]?” , sino que radica también en que, al ignorar lo mal que está, uno dice, ay por eso estoy pagando doce millones. Así sea por mecanismo de defensa, uno termina reduciendo todo a términos de plata. Dinero![4]
            Con Aramburo pasa algo parecido, impone su definición de que el arte sigue siendo arte sin importar qué tan basura sea lo que uno hace y qué tan fácil haya resultado hacerlo. Se va a llamar “arte” igual y será condenado el que diga que no con la pregunta “¿qué es el arte?”, no por si da la respuesta correcta o incorrecta sino porque simplemente al tratar de responderla hará el ridículo irremediablemente. Para salvarse de tan horrible martirio deberá responder no sé qué es el arte y entonces aceptar que se dedica a algo inherentemente absurdo y:
-       Tomar una actitud nihilista
-       Haciendo esto le da la razón a Aramburo.
-       Deberá aceptar que sólo está en arte para conseguir esposa.
-       Deberá tratar de venderle basura a millonarios sin remordimiento.

            De ahí que me parezca sorprendente que Aramburo sea un artista con obra, y que la gente que le compre sea gente con criterio. Dura prueba para mis ideales de vida, tengo la gran tentación de comprar un jet y vender popó recién importado de París y así ganarme la vida parodiando un Aramburo. Pero no, no, no, creo que me toca alinearme entre las niñas lindas de arte que quieren encontrar esposo (a Aramburo preferiblemente para poder serle infiel) y si me va bien puedo llegar a ser tan odiada como una profesora de historia del arte.

Inés Arango Guingue.


[1] Racial
[2]  Sumiso
[3] Servicial.
[4] Omito voluntariamente el signo de exclamación de principio de frase porque me parece horrible y tengo esa licencia porque estudio arte.

Ana María Millán en la clase de diálogos críticos de la Universidad de los Andes.


Ana María Millán en diálogos críticos
 I. ¿Y lo crítico del diálogo qué?

Antes de hablar de la charla misma es preciso hablar de todo lo que la rodeó, porque pareció centrarse más en la figura de Ana María como reconocida en el medio del arte que como artista. Cuando aparecen todas las vedettes del arte, lo crítico del diálogo desaparece por completo y degenera en una jerga gremial honestamente insoportable.
 II. Para los que se toman el trabajo de pensar en la obra de esta artista:
             Lo que supuestamente unía la charla eran los  “territorios ingobernables y formas de propaganda y de representación” como tema general y por medio de un “giro de tuerca” que la cámara podía crear frente al punto de vista, a la forma de acercarse a un tema y a la forma de narrar algo. De esta carreta no entendí nada y no encontré nada coherente.
 Esto no impide que le haya encontrado una consistencia muy interesante a la obra. Su discurso y sus videos estaban articulados, de una manera o de otra alrededor de la destrucción, de la desconstrucción. Al referirse a su video sobre el buque gloria dijo: “Destruyo una narración nacional con todo esto”, después dijo “ No estoy de acuerdo con la palabra creación”. Por ejemplo, en la pieza que reunía los castings de una película de Carlos Mayolo, Millán rehízo la película des-construyendo el resultado final: la recreó a partir de los errores, de los actores que no son, de una versión mala de lo que debería ser. En un video mostrando la utopía fracasada de la isla de Lehder, Millán vuelve a retomar esto, está construyendo una narración a partir de lo que está destruido, de algo que se hizo a medias. Lo hace, además a partir de fragmentos de videos de Youtube que no son de ella.
 Parece que también estuviera destruyendo la importancia del artista porque desde lo plástico, claramente no está creando nada. Está más bien construyendo la desconstrucción visualmente y si se analizara todo con más detenimiento, se podría entender cómo es que pretende destruir una narración nacional. A la larga ahí está todo el mérito (desde una opinión muy personal) de la obra de Ana María, que en su aparente simplicidad y oda a lo amateur, a lo lista b, a la estética del bajo presupuesto, hay un enorme campo abierto para toda interpretación. Como ella misma lo mencionó, el studium de Barthes es indispensable. En pocas palabras, el studium es un bagaje necesario de la parte del espectador,  la idea de que la obra no existe sin la referencia de la cual está hecha. Lo que Ana María hace es dejar el campo libre a la interpretación, y por eso es un placer ver su obra para descubrir, como se quiera, la brillantez o la idiotez de la creadora.
Inés Arango Guingue.


Crónica sensorial: visita al museo del oro.


La día-crónica de oír al oro nadar.
–una crónica a partir de la escucha sobre “la Ofrenda” en el museo del oro de Bogotá-

“Cuando empieza el sonido, se apagan los que hablan en coordinación gramatical, esos que con un acento se definen a sí mismos. Una voz canta y es grave –inaudita- se alza un gran ser, lleno de vibraciones, ausente de gesticulación”




Entré a la sala y desde ese momento cerré los ojos.
  La entrada no la anuncia más que la conciencia de unas puertas frotándose contra el piso. Se oye como se acercan, como que algo avanza. Adentro no más que el crujir de la madera anunció la inestabilidad de mis pies al estar en la oscuridad y no poder ver, en el centro un huequito de vidrio inaudible. Al principio sólo se oían las voces. Y todo lo que viene con ellas. Respiraciones ¿de qué? De saberse encerrados, de una altura a la que apenas se acostumbran o una respiración de vejez? Voces que entiendo a medias, poco se moderan en señal de respeto a la supuesta ofrenda sagrada que más adelante vendría. Otro uso de las cuerdas vocales: algunos lo llaman gutural, otros fuerte. Y dicen que qué feo suena el alemán. Traté de entender. A la derecha, en una lengua que no requiere esfuerzo entender escucho que qué tonto ese gringo que toma fotos con flash. Basta el sonido de una obturación y un pitico para imaginar la desgracia. También está mi voz, que aparte de ser conocida, por alguna razón suena distinta y seguramente es porque se enfatiza por oposición a las erres, las gaj que vienen de Alemania. En el fondo me gustaría descubrir las onomatopeyas centrales de lo que me sale por la boca, así como las rrr, jjjj, ggg  de los compañeros turistas. Será acaso también el eco que produce el sitio donde se lleva acabo el espectáculo: circular, cerrado.

     Ahora bien, en algún punto  cesó cualquier posibilidad de definir raíces etimológicas o contrastes de pronunciación. Empezaron otro tipo de sonidos, vibraciones que comunicaban desde otra parte. Cuando empieza no hay relación alguna que hacer. Cuando empieza el sonido, se apagan los que hablan en coordinación gramatical esos que con un acento se definen a sí mismos. Una voz canta y es grave –inaudita- se alza un gran ser, lleno de vibraciones, ausente de gesticulación; dos elementos más se le unen: el agua y el tintineo del oro. El sonido es puro movimiento, viaja de lado al otro del semicírculo que sé que tengo enfrente.  Lo que sigue son unos minutos de caos, la historia se desarrolla, como espectador, más bien como oyente, de una manera en la que no es posible encontrarle un hilo a la historia. Quedan pocos recuerdos, si acaso del ritmo: lento, lento, lento, más rápido, rapidísimo, fuerte, se va yendo, se fue. Y el último sonido es el del agua.
  
   No queda un segundo para pensar cuando empiezan otras vez las jjj, las rrr, las ggg. Y en la memoria siempre la voz grave, indefinible, inaudita del cacique que le hace ofrenda a la laguna.

¿Mujer artista?

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Reflexión sobre la mujer artista.


     El componente sexual es limitante. El masculino genera desconfianza, se vuelve intocable. Para conseguir algo, él amenaza.  Cuántas veces no asociamos al bohemio con el poeta maldito ? ¿Porqué el artista tiene que ser el ser honesto que le quita los velos a las raíces del mundo? (según lo que es el concepto de poeta para Rimbaud, por ejemplo.) Este es un artista masculino. Así sea mujer. El poeta maldito siempre será un hombre.
    Me he quejado contra mi condición permanente. Ser mujer. No poder, ni haber podido ser ese chico malo que escogió la calle meramente como décor. Como su décor bohemio. El chico que dice detestar la plata, deja los brazos de su madre por la calle. Su hueco lo llenan las calles y su infinidad de posibilidades. Y la infinidad, o sea el vacío, de la sociedad misma. Ahí se pudren.
   Qué joyita ! No hay mejor combinación. El metamorfo, el chico wanna-be gamín se mella bien con cualquier basuquero. (Aveces son el mismo ?) Viva el fenómeno, no solo provee mi mercado amoroso-obsesivo, sino que es como el hueco que se clava en la membrana (tan evidente) que hay entre los pobres y los ricos en este país.

     ¡Pues mierda! Nunca pude llegar a serlo. Siempre me sentí amenazada por la gran Bogotá, titubeante siempre entre el « te van a atracar » Y el « entre más ñero mejor ». Tampoco me pude ir del otro lado : jamás disfruté una fiesta en la que la decoración fuera aguardiente, reggeatton y choferes. No he podido realmente cuajar en ningún lado. Y estoy segura que en la calle hubiera querido a mi mamá. Tampoco pude despegar del todo los pies.
      Sí, una extraña en todas partes. Pero este « no soy nada », no me excluye, sino que crea una especie alterna, como cuando en el plano x,y aparece la z, la tercera dimensión. Y ahí es que estoy y no soy la única. Como esto no es una apología de mi personalidad, sigo.


Voy entonces hacia una reflexión sobre el artista femenino. : El hombre artista se puede pasear por las calles de México con una pistola a mirar cuánto se demora la policía en llegar. (ja).  Salía de su sociedad y eso no lo hacía una “puta”. Más allá de las limitaciones sociales de la mujer, es nuestro sexo mismo y nuestra sexualidad que nos pone barreras. Gran chance de ser morboseado, o lo que siga más allá, la calle es dura. Aunque no imposible. No obstante, qué sería entonces del hombre artista, ese duro que se mimetizó con la calle, (que ahora huele un poco feo y aunque se bañe no se puede esconder el pelo largo.) cuando ahora le interesa ver una escena de la vida íntima y cotidiana ?
     Pongo un ejemplo. Me decían alguna vez en mi clase sobre de poesía, que el lenguaje de los niños es el más poético, porque no hace relaciones las relaciones usuales entre las cosas y las palabras sino que inventa un nuevo uso del lenguaje.  Es una mujer la que tiene en esa situación, la suavidad para poder entrar en un círculo íntimo familiar más fácilmente. Y en su observación del niño se va a leer más bien instinto maternal que pedofilia.
     Mi intención no es afirmar que cada sexo tiene sus especificidades. No, simplemente es mi « fuck you » al pensamiento que tuve en contra de mi feminidad por no poder acceder a ciertos espacios.  Porque un artista no es sólo el loquillo, ni es el que crea cosas estéticas.
     Hace poco hablaba con un amigo que estudia arte. Estaba angustiado porque se sintió afectar por todos los que, estudiando arte, se creían en diseño. Es decir, les interesa más bien crear lo estético. Lo cual también es respetable. Pero dentro de todo lo abierto que es el arte, que lo es todo en realidad, me niego a aceptar que es algo puramente estético.

   El artista vive distinto al diseñador.  Un artista no es nadie pero es todos.  Como decía ahora, no está ni de un lado ni de otro. Es entonces el gran  honesto que canta las hipocresías de un bando y del otro como una falta grave a la individualidad ?
O es el gran hipócrita que se camufla entre todos y finge comer de todo pero no se la cree ?
No sé, pero lo que sí sé es que el artista observa. Está presente, viviendo para contarlo pero no dejando pasar cada cosa espontáneamente. Su salón de clases es lo que vive. Mantiene la mente activa.




Y yo, como soy tan artista, no quiero que me cataloguen de artista y ni tengo nombre.
Gracias por su atención,
Anónimo.

Ah ! cette vie de mon enfance, la grande route par tous les temps, sobre surnaturellement, plus désintéressé que le meilleur des mendiants, fier de n'avoir ni pays, ni amis, quelle sottise c'était. - Et je m'en aperçois seulement !
- J'ai eu raison de mépriser ces bonshommes qui ne perdraient pas l'occasion d'une caresse, parasites de la propreté et de la santé de nos femmes, aujourd'hui qu'elles sont si peu d'accord avec nous. J'ai eu raison dans tous mes dédains : puisque je m'évade !
Je m'évade !
Je m'explique.
[…]
Mon esprit, prends garde. Pas de partis de salut violents. Exerce-toi ! - Ah ! la science ne va pas assez vite pour nous !
- Mais je m'aperçois que mon esprit dort.
S'il était bien éveillé toujours à partir de ce moment, nous serions bientôt à la vérité, qui peut-être nous entoure avec ses anges pleurant !... - S'il avait été éveillé jusqu'à ce moment-ci, c'est que je n'aurais pas cédé aux instincts délétères, à une époque immémoriale !... S'il avait toujours été bien éveillé, je voguerais en pleine sagesse !...
O pureté ! pureté !
C'est cette minute d'éveil qui m'a donné la vision de la pureté ! -


(A.Rimbaud)

Crónica: Lo esotérico en la casa.


Al frente, El estudio Rojo.
Crónica sobre una sesión de Terapia de Respuesta Espiritual doméstica.

“El ciclo eterno de creerse o no creerse fuera de este mundo o dotado de capacidades sobrenaturales se repite a dos pasos de mi cuarto. Pero en esos altibajos emocionales no hay nada de sobrenatural.”



Es un sábado, es temprano dependiendo desde qué tipo de viernes pasado se mire; Son las 11:30 de la mañana aproximadamente en Bogotá, Colombia, en la calle 85 con carrera 8, en uno de esos apartamentos burguesitos del Norte de Bogotá… y en mi propia casa.

No es que lo que está a punto de pasar haya venido a domicilio a buscarme. Esto pasa siempre en el cuarto frente al mío, el que alguna vez fue mi estudio, con una gran mesa blanca que prometía ser la patrocinadora de todos mis proyectos “artísticos”. Con este estudio convertido en sala de consultas permanente, toda posibilidad de confianza con el espacio se fue por culpa de: el olor a incienso, la mesita de bebidas calientes con sus vasos desechables y su caja de Kleenex (¡indispensable!) y una muestra de libros especialmente curada para dar la imagen. Imagen, ¿de qué?

The New York Times Book of Wine, Identity Economics, A history of the American People y la serie del Señor de los Anillos son algunos de los libros que están puestos en las repisas de la biblioteca. ¿Seguramente la idea es mostrar la calidad de cultura general del recinto familiar? Como una forma de elevar las prácticas heterodoxas a un nivel de alta cultura, al nivel del estrato del apartamento. O mejor aún, excusar, a través de una imagen compuesta por libros construidos por la razón, lo irracional e irrazonable de lo que se practica en el espacio. En el cuarto, un sofá en L café, tapete morado pálido, una mesa baja con una estatua de Buda, un florero de colores y un parlante Bose (¿ otro objeto de marca que pretende legitimar el espacio?). En las paredes, dos afiches de Matisse, uno de Chagall y otro de Warhol. Uno de esos cuadros se llama el Estudio Rojo.

No es la primera vez que hago esto, pero esta es la primera vez en un largo rato, un rato durante el que juzgué todo lo que tenía que ver con eso. Se llama Terapia de Respuesta Espiritual (T.R.E. para los conocidos): un péndulo y un folder. “ Yo me relajo y dejo ir todas las preocupaciones…” es lo que me hacen repetir para empezar, como una declaración de credulidad inicial. Un péndulo se mueve para indicar las palabras escritas adentro y afuera de los pétalos de unas mandalas, lo que llaman unos “gráficos” numerados.

Durante la sesión todo me concuerda. La idea de esta terapia, es desbloquear programas del alma o antiguos traumas de esta o de anteriores vidas, que impiden avanzar. Algún problema de los míos se relaciona con una vida pasada. 1 (uno) señala el péndulo, después siete (7). Unidad? Siglo. Después de más indagación, de más apuntadas y acertadas del aparato que se coge de una pepita perlada y termina en una pirámide invertida de cristal. Resulta que fui un sacerdote ermitaño, relegado al silencio y a la lectura, pero quemado por un superior inquisidor por enseñar y sanar a través de creencias alternativas. Ahí entonces empieza el discurso que hace un paralelo con mi vida presente. Tengo un don, lo heredé desde el siglo XVII a través de mi “ADN”. Me intentan implicar en eso, mi don, mi don y mi manera de intuir. “¿No sientes una energía muy pesada?”, me dice. “Sí”, respondo (sugestión o realidad?).

            La sesión avanza y mis traumas de la inquisición se limpiaron con una voltereta del péndulo. Suponiendo que esto sucede no sólo en esta consulta especial ( que es hecha por un miembro de mi familia) sino que puede suceder en cualquier otra, entonces las adulaciones, o, para darle un nombre más bonito (porque en realidad lo fue), conclusiones grandiosas sobre mi personalidad, fueron genuinas. El péndulo apunta al gráfico 28 o algo así, con lo cual me dice, “La mayoría de gente no pasa del 20. Eso es porque eres grande de espíritu.” Me incomoda lo que implica esa frase y reclamo, desafiante: “Me cuesta trabajo creer que haya gente mejor que otra por “orden divino”. A lo cual me responde: “ No es que haya mejore so peores personas en el mundo, es que no todas vinieron a dejar una huello en el planeta. Tú viniste a dejar una huella en el planeta.” Con esa idea parece concluir la sesión, porque los siguientes mensajes que trae el péndulo o mi “yo superior”, muestran lo inferior que me creo con relación a lo que “soy”.

            Domingo a las 12 de la mañana: Desde donde escribo ahora, en el mismo estudio ya desprovisto de movimientos de péndulo, la magia se ha ido perdiendo. Cuando terminó la sesión salí convencida de todo lo más grandiosa que era. Ahora el ímpetu que eso causó se ha ido desgastando. Suena el timbre y me dicen: “Ven a conocer a Adriana”

            Llega una visitante vestida de rojo a la casa. Me ve y me dice, “¡Qué energía tan bonita! Pura luz azul.” En algún momento de la conversación me paro por algo, vuelvo y me dice: “Tú podrías haber sido una reina, no te escondas. No hay necesidad. ¡Qué energía tan bonita! Eres psíquica.” El ciclo eterno de creerse o no creerse fuera de este mundo o dotado de capacidades sobrenaturales se repite a dos pasos de mi cuarto. Pero en esos altibajos emocionales no hay nada de sobrenatural.